25 de febrero / qué día más desgraciado:
metí la mano y saqué / la china de ser soldado.
Por estas fechas, cada año, llegaba el proceso de incorporación de soldados al ejército, el llamado Servicio Militar Obligatorio. En 2001, con la profesionalización de las Fuerzas Armadas, terminó el sistema de quintas.
Los grupos humanos, en todos las culturas, épocas y civilizaciones, han tenido la necesidad de defenderse y de conquistar. Así, desde la más remota antigüedad, han ido procurado agrupaciones de combatientes más o menos adiestrados en el arte de las armas y la guerra.
Pero, para no desviarme mucho del asunto del que te quiero hablar hoy, nos situaremos en Europa, en el siglo XVI. Por entonces, los sistemas para incorporar soldados a los ejércitos eran tres: la recluta, la leva y la quinta.
La recluta era el enganche voluntario de hombres de los pueblos por donde los capitanes iban ofreciendo dinero o algún privilegio por su incorporación. Recogía Cervantes en El Quijote:
A la guerra me lleva / mi necesidad;
si tuviera dinero, / no fuera, en verdad.
La leva procedía al alistamiento forzado de marginados sociales, vagos y maleantes. Dice un refrán de antiguo “La leva, lo peor se lleva”.
En España, según Bonifacio Gil en su Cancionero Popular de Quintos y Soldados, se utilizó inicialmente el sistema de reclutamiento llamado de “leva forzada”, también descrita como “leva de vagos, de vagabundos y mal entretenidos” y, ante la falta de soldados, durante los siglos XVII, XVIII y parte del XIX, se estableció el de quintas.
La quinta consistía en repartir entre todos los lugares y villas del reino el número de plazas de soldados que el rey marcaba para abastecer al ejército. Con el tiempo el sistema sufrió tantas modificaciones que aunque continuó con el nombre de “quinta”, aquello de “un quinto de los mozos válidos de cada lugar elegidos por sorteo”, pasó a ser un puro sorteo de la plaza a la que eran destinados. Es decir, todos los mozos tenían que contribuir por obligación al Estado.
Desde que nació la guerra / para el pobre no hay alivio
que para el pobre se hicieron / los fusiles y los grillos
En el sistema de quintas, el proceso para la incorporación tenía tres fases: el alistamiento -conocido popularmente como marcación-, el sorteo y la despedida de los quintos, fechas en las que se daba cita la fiesta, afloraban consideraciones sociales y desgarradores sentimientos.
La quinta está decretada / los quintos somos nosotros,
y por eso nuestras madres / tienen los ojos llorosos.
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Yo saqué el número uno / por mi suerte y mi desgracia;
tu madre estará diciendo: / ya se va el pillo de casa.
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Adiós padre y adiós madre / adiós novia si la tengo
me voy a servir al rey / cuatro años que le debo.
Cada una de estas fases -alistamiento, sorteo y despedida- está rodeada por infinidad de matices y circunstancias. Para no cansarte, las dejo para el próximo día.
Y envolviendo este marco un folclore musical que se desarrollaba en todos los pueblos de España. Las letras de las coplillas suelen ser las mismas, con escasas variaciones. Solo cuando hacen referencia a localismos, se ven grandes diferencias. Te dejo con unos Fandangos de Quinta que cantan en el El Cerro del Andévalo.
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