miércoles, 19 de agosto de 2020

HAY MUCHA GENTE SOLIDARIA.

Mira que equipo:



Con esta gente y contigo, que estuviste allí, no podía fallar. Me refiero a la jornada de donación de sangre que se celebró ayer y de la que te hablaba hace unos días. 
Seguramente no te vi porque la buena organización nos dió cita de cinco en cinco minutos y con las medidas de seguridad no era cosa de enredarse, ni crear corrillos. 
Los datos, muy buenos. Se los pedí a Francisco Javier Bernal y me los pasó sobre la marcha en una notilla. Te los resumo: 62 donaciones de sangre y 3 de médula. Los detalles, que con rigor y pulcritud recoge, son estos:


A tí que donaste, te agradezco que lo hicieras; y a tí, que tienes dudas o no pudiste, te invito a que vengas la próxima Navidad, ya te aviso del día.


Mi agradecimiento, con música. 


MIENTRAS TE CANTO UNA COPLILLA (16) Regalando vida

 A veces se nos llena la boca con palabras como solidaridad, compromiso, deber, responsabilidad, fraternidad… Palabras, palabras y más palabras. A la hora de la verdad, como dice el refrán “cada uno a su avío que yo estoy al mío”.

Ahora lo vemos cada día como consecuencia del maldito virus. En las redes sociales se rasgan las vestiduras queriendo convertir a los irresponsables, de la noche al día, intentando que corrijan su malvada actitud como si de algo puntual se tratara. Pero no es así: la cosa viene de antes. Mi generación, la sociedad, los gobernantes -y quizá de forma contravenida los docentes, de los que formo parte- algo, no hemos debido hacer bien. El porcentaje de insolidarios es mayor al que creo nos corresponde.

He reflexionado en distintas ocasiones sobre el tiempo. Sobre mi tiempo. El que voy a vivir. Le pasa como al cariño verdadero, que dice la copla que ni se compra ni se vende. Tenemos el que tenemos. No somos inmortales y, al final, todos calvos. En medio, las creencias de cada cual. Pero tienes que convenir conmigo que no es solo cuánto se vive, también cómo se vive, cómo llegas hasta el final. Y este matiz es determinante y en él encontré una forma de regalar savia nueva a mis congéneres, de darles vida, de proporcionarles más o mejor existencia. De demostrar la solidaridad, compromiso, deber, responsabilidad, fraternidad de que te hablaba al principio.

Donar sangre, ese tejido conectivo líquido que nadie ha conseguido producir fuera del cuerpo humano y que solo nosotros somos capaces de generar, es una de las cosas más importantes que hago y de la que me siento más orgulloso. Porque sé que otras personas la necesitan para seguir viviendo, para alargar su vida o que esta les sea mejor.

El próximo martes 18 de agosto hay una jornada de donación de sangre en Encinasola. De 18 a 21 horas. Arriba está el teléfono para pedir cita. Yo estaré allí. Me gustaría coincidir contigo. Pocas acciones pueden superar la satisfacción de regalar vida anónimamente. Cuando termines de donar, te sentirás feliz. Y darás un mensaje incontestable de solidaridad a tu familia, amigos, a tus hijos... Por ahí se empieza.

Hay un grupo de personas en Encinasola que realizan un esfuerzo encomiable para que se realicen tres jornadas de donación al año. No es necesario que dé sus nombres, toda la gente sabe quienes son. Gracias. A ellas, que lo hacen desinteresadamente y sin saber quién se va a poner el jersey que elabora Edith Piaf, por amor, dedico hoy este hermoso tema. Como siempre te digo, relájate y escucha.


Y no te olvides de hacerte donante de médula.

Hoy no te canté ninguna coplilla; esto es más importante que el folclore.
































sábado, 8 de agosto de 2020

MIENTRAS TE CANTO UNA COPLILLA (15) Una herida en el tiempo

 

Es uno de los más apreciados e ineludibles encuentros de verano: compartimos la pasión que desata la lectura, el vicio de escribir y el entusiasmo por la sabiduría popular que portan esas coplas antiguas que surgen de los pliegues del corazón y cristalizan, con su ángulo más incisivo, en la lírica del flamenco.

Ganador de distintos concursos de letras flamencas -entre otros el Concurso Internacional de Letras Flamencas de La Unión-, médico de profesión, licenciado en Historia, de talante abierto y generoso, conversador incansable y, sobre todo, amigo, este año, al vernos, me habló de "Una herida en el tiempo", su última publicación, que he leído estos días.

Después de varios ensayos y creaciones poéticas -la letra de la tarjeta con la que abro hoy esta cita semanal es de su libro "La raíz del grito", un hermoso ramillete de letras de creación propia impregnadas de sencillez, dulzura y genialidad que alcanza palos del flamenco tan singulares como alboreás, bulerías, alegrías, campanilleros, cantes de las minas, caracoles, livianas, serranas, guajiras, fandangos, malagueñas, marianas, milongas, nanas, mirabrás, seguiriyas, soleares de tres y cuatro versos, tangos y tanguillos, y algunas coplas más- ahora sorprende con una novela.

De una persona que escribe bien, con sentido, rigor, pasión y autenticidad, el resultado solo podía ser una trama seductora, perfectamente enmarcada en su contexto histórico y social, que sorprende en cada capítulo con historias que se entremezclan, ayudando así a perfilar cada personaje, atrapándote en la narración, que te invita a no parar, a devorar la novela de una vez.

Y su alma flamenca no falta a la cita: al final, recrea un marco de ambiente  flamenco, en Cádiz y típico de principios del siglo XX, donde deja caer coplillas que cada cantaó interpreta "como si rezara una oración que brotara de su corazón, plena de sentimientos; coplas que son, antes que un grito de protesta o sentencia, un susurro armónico fermentado en las calderas de las entrañas."

Tiene Cádiz por bandera

la gracia de Andalucía;

que el mar se quedó sin sal

por dejarla en su bahía.

Enhorabuena, Antonio, por la novela -que espero lea mucha gente, les gustará- y por las placenteras horas de lectura que me has proporcionado.

Hoy la música está dedicada a Antonio Rincón, estudioso y profundo conocedor del magistal cantaó Antonio Mairena, una de las figuras más relevantes del flamenco de todos los tiempos, reconocido con la III Llave de Oro del Cante, la Medalla al Mérito al Trabajo, Medalla de Oro de las Bellas Artes e Hijo Predilecto de Andalucía a título póstumo. Un cantaó excepcional que hoy nos canta por alegrías.  Déjate llevar por el arte y escucha...


MIENTRAS TE CANTO UNA COPLILLA (14) La playa de Castilla

 Tras la Reconquista, al tramo de costa entre la desembocadura de la Ría de Huelva y Doñana lo nominaron como Playa de Castilla, por ser la primera salida al Océano Atlántico por el sur de la Península Ibérica de los territorios pertenecientes a la Corona de Castilla.

Alfonso X El Sabio conquistó la zona y se enamoró de ella: su exuberancia vegetal, su abundante caza “en una tierra que dicen de La Rocina”... En sus Partidas, cuenta que en ellas coexistían los jabalíes con osos y otros muchos animales salvajes.

Alfonso XI, en el Libro de la Montería (1345) –primer tratado de caza en el que recopila y ordena las tradiciones cinegéticas que su bisabuelo Alfonso X y su abuelo Sancho IV habían ido anotando– recoge la primera referencia escrita sobre la Ermita de la Rocina, dedicada a la veneración de Santa María de las Rocinas, La Virgen del Rocío.

Vista de la playa desde Cuesta Maneli. Fotografía: E. Azuela

La Playa de Castilla es espectacular. Está situada en el preparque, en la antesala de Doñana. Por algo será que al Parque Natural de Doñana suelen venir todos los presidentes de gobierno a veranear. Seguramente lo hagan para tener presente a la provincia de Huelva en una ocasión, aunque luego la olviden el resto del año, especialmente a la hora de invertir en sus infraestructuras. No iba por aquí el tema, pero yo solito me lo he puesto a huevo y me ha salido de dentro.

Retomo. La Playa de Castilla es espectacular. Hay quien dice que es un desperdicio mantenerla virgen con las posibilidades turísticas y de desarrollo que podría dar a la comarca. Quizá, pero los especuladores –que no conocen límites– se la cargarían. Son unos veinte kilómetros de ensueño, entre Mazagón y Matalascañas.

Bajada de Rompeculos. Fotografía: T. López.

Desde la carretera que une estos dos poblaciones costeras, se puede acceder por cuatro puntos: desde el Parador de Mazagón, por Rompeculos, a través del Camping Doñana y por Cuesta Maneli. En todos los casos hay que dejar los coches a considerable distancia de la playa –un aparcamiento vigilado y con plazas limitadas– y a través de una pasarela de tablas llegar andando hasta la playa. Es el precio a pagar -un grato paseo aunque a la vuelta, con la sal en la piel y la arena en los pies, se puede hacer algo pesado- para encontrar un espacio difícilmente igualable en las costas españolas.

Entrando a la playa. Fotografía: Tomás López.

Aunque en la desembocadura de cada uno de estos puntos haya más gente, la mayoría prefiere alejarse y disfrutar de la tranquilidad que supone no tener vecinos próximos. En los tiempos que corren ¿imaginas pasear kilómetros de playa sin atropellos, sin encontrarse casi a nadie? Sentir la última caricia de las olas antes de desvanecerse en la arena, la suave brisa marina del atardecer, los matices de los colores del crepúsculo, los reflejos del mar, sentir como el agua va borrando las huellas que en la fina arena dejan tus pasos, el rumor de las olas, observar las dunas fósiles atrapadas por una vegetación admirable...

Aún siendo una amplia playa que permite la distancia social, alguna gente lleva mascarilla; otra, va sin mascarilla. También hay quien solo lleva mascarilla y, en algunos casos, ni eso.

Playa de Castilla. Fotografía: Tomás López.

Esta placidez me sugiere música nostálgica. El otro día, mientras paseaba, me sorprendí cantando una habanera. No era de Valverde -un día de estos le dedicaré la entrada- era una de Ricardo Lafuente, Salió de Jamaica. Relájate y dale su tempo. 


MIENTRAS TE CANTO UNA COPLILLA (13) Sin jornada folclórica.

 

No me preocupa tanto lo que hemos perdido por el confinamiento que nos impusieron y por el que ahora nos autoimponemos la mayoría, como lo que, intuyo, viene detrás. Las consecuencias futuras, esa incertidumbre que se adivina envuelta de espesa niebla, oscura y siniestra. Ésa es la que me preocupa. Y, en buena medida, depende de cada uno de nosotros. Pero hay gente que no acaba de enterarse.

En cualquier aspecto que se analice, de día en día, esta pandemia nos va haciendo perder cosas. Por estas fechas en años anteriores, los miembros de la Junta Directiva de la Asociación Cultural El Pandero, andábamos entregados a la organización de la Jornada Cultural Marocha que se ha venido celebrando, los cinco años anteriores, el primer fin de semana de agosto. Éste, como ya se anunció y procede, no habrá jornada. No iremos de pedigüeños por los establecimientos del pueblo pidiendo su aportación con productos típicos de Encinasola para la rifa y poder así compensar los gastos, no gozaremos de la ponencia la mañana del sábado, ni degustaremos el guiso contiendero que Manuel Gómez nos prepara cada año,  ni disfrutaremos de las actuaciones de las agrupaciones musicales marochas –Sones Romeros, Agrupación de Campanilleros de la Asociación de Mayores, Grupo de Coros y Danzas, a todos, os echaremos de menos-, ni nos visitará ningún grupo folclórico de fuera invitado para la ocasión, ni nominaremos al socio honorífico 2020 y, sobre todo, no tendremos ese punto de encuentro en el que compartir una agradable noche en los jardines del Hotel Rincón del Abade con familiares y amigos, envueltos en nuestras tradiciones.

Solo en este insignificante asunto que se limita al “folclore”, que no afecta a cosas importantes de la vida, perdemos todo eso. Una nimiedad frente al dolor, la enfermedad y la muerte. Porque eso es lo que nos jugamos cuando nos saltamos las medidas y no seguimos las recomendaciones. 

“¡Otro con el dichoso COVID-19! ¡Que me dejéis ya!” ¿Eso estás pensando? ¿Ya dejaste de lavarte las manos con tanta frecuencia, de ponerte mascarilla, volviste a acudir a lugares repletos de gente, se te ha olvidado que solo deberías salir lo indispensable, no guardar la distancia de seguridad...? Si es así, solo te deseo suerte y que el virus no se tropiece contigo, a pesar de que tu actitud sea insolidaria y malvada.

Por las actividades de la asociación, no os preocupéis; en cuanto sea posible las retomaremos, seguiremos con el compromiso por recuperar y rememorar las tradiciones que amasaron nuestros mayores.

Hoy el tema musical es especial. Un hermoso romance que los amigos Manuel Fernando Gómez Cera y Antonio Arrayás Campanario nos ofrecieron en su ponencia “EL ROMANCERO EN LA PROVINCIA DE HUELVA” en la II Jornada Folclórica Marocha. Escúchalo con calma.


MIENTRAS TE CANTO UNA COPLILLA (12) Manjares a nuestro alcance.

 


La gente antigua fue acunando hábitos y métodos de conservación de alimentos -la necesidad obliga- que en la actualidad, creyéndonos en un estadio superior -yo tengo mis dudas- despreciamos, menospreciamos o ignoramos. Pero hay alimentos que la sabiduría popular tiene encumbrados porque sus características hacen que, con cuidados mínimos, se mantengan en buen estado de forma natural. 

Hace unos días, estando de limpieza, tropecé con la caja de cartón de las almendras. No estaban olvidadas, estaban guardadas. Como cada año, cojo unas pocas, las parto y me las como. Están buenísimas. Son de una cosecha de hace, al menos, doce años. Sin humedad, ni luz, se conservan perfectamente. En casa, apenas las consumimos. Las nietas aún son pequeñas para tomar frutos secos. Pero las almendras esperarán unos años más a que ellas puedan comerlas y, en el patio, en el borde de la fuente, se las vaya partiendo y las degusten. 

Dice un refrán que da Dios almendras al que no tiene muelasEn este caso, no es así, solo que seguirán esperando.

Otro alimento al que se le atribuyen propiedades antisépticas, suavizantes, laxantes y antitusivas, es la miel. Está presente en muchos medicamentos, en unos casos como edulcorante y en otros por sus saludables nutrientes y antioxidantes, que la hacen un alimento muy recomendable para la salud. Hace tres días me regalaron un tarro de miel cogido del campo del día antes. Ahora, con el calor, es el momento de recogerla. Probé una cucharada en el desayuno. Deliciosa. No tengo colmenas ni intereses ocultos, pero creo que no debería faltar en ninguna cocina.

Como sucede a las almendras, se conserva bien y puede durar años inalterable, aunque dice otro refrán que miel de abeja, mejor nueva que vieja.

Un producto natural tan antiguo y dulce no podía escapar a cientos de refranes que la citan para sus sentencias. Así que he seleccionado unos cuantos para endulzarte este momento:

Alimenta tanto la miel de las abejas, como la leche de las ovejas.

Quien miel se hace, las moscas se lo comen.

Úntate con miel y te comerán las moscas.

Con miel, cualquier pastel sale bien.

El amor es fecundo en miel y en hiel.

Sacristán que vende cera sin tener colmenar, o la saca del oído o la roba del altar.

Más moscas se cogen con un dedal de miel, que con un tonel de hiel.

El traidor es como la abeja: la miel en la boca y el aguijón en el culo.

Hace algún tiempo que quería ponerte algún cante de Argentina. Un baluarte del flamenco de Huelva. Para la ocasión he elegido los Tangos del almendro, un antiguo tema de Lole y Manuel, que incluye versos tan bonitos como este:

Noche de viento y tormenta,

arrejúntate conmigo,

verás como te calientas.

Se paciente, no te apresures, dale tiempo hasta que empiece a cantar Argentina.


MIENTRAS TE CANTO UNA COPLILLA (11) En el corazón del rival.


Nos cogió allí, en el corazón del rival. En una habitación de la primera planta del hotel Schiller, en Rembrandtplein, donde habían colocado una enorme pantalla frente a nuestra ventana, y desde allí lo vimos.

Los días anteriores ya habíamos visitado muchos de los encantos de Ámsterdam, navegado por sus canales, disfrutado de su mercado de flores, paseado por el Barrio Rojo, la casa de Ana FranK, Museo Van Gogh, las casas flotantes sobre los hermosos canales... Tres días antes fuimos a Brujas -otra maravilla- y cuando volvimos había un ambiente impresionante. Todos los pub de los alrededores del hotel estaban repletos de aficionados. Se jugaba una de las semifinales del Campeonato del Mundo de Fútbol: Alemania - España. Los holandeses no es que estuvieran con España, sobre todo estaban contra Alemania, rival histórico y con quien no querían enfrentarse en la final. Animaban al equipo español y, a nosotros que nos comportábamos como lo que éramos y seguimos siendo, españoles, nos sonreían y animaban. Nos sentíamos complacidos y seguros.Ganamos y pasamos a la final que jugamos contra ellos, los Países bajos.

El día de la final fuimos a Ravenstein, un hermoso pueblo holandés donde visitamos a Inma y Mart, entrañables amigos. Un lugar precioso, como sacado de una postal. Cuando regresamos a Ámsterdam era poco antes del partido. Apenas si pudimos llegar al hotel. Una multitud se agolpaba en la plaza y los alrededores. Llegamos casi al límite.

Yo no soy dado a exhibir banderas ni otros símbolos externos pero, en esa ocasión, en la maleta llevaba una bandera de España.

A medida que el partido iba avanzando, la multitud no paraba de gritar, beber y consumir yerbas de esas que allí, en los pub, está permitido. Cuando marcó Iniesta, no pude aguantar más y saqué la bandera por la ventana a pesar de lo que me decían Esperanza y mis hijos, los tres más prudentes que yo. La masa estaba algo alterada y tuve que retirarla. Luego, cuando ganamos, la saqué de nuevo, y otra vezme obligaron a retirarla y cerrar la ventana. Pero la alegría estaba ya dentro de la habitación y en el corazón de toda España. Creo que, como en pocas ocasiones, la mayoría de los españoles nos sentimos unidos. Pena que se nos olvide.

La multitud se fue diluyendo, la policía cargando y, después, llegaron los servicios de limpieza. Una tormenta descargó y ayudó a aplacar el ambiente. A nadie le gusta perder. Me decepcionaron esos modositos nórdicos que tan bien saben aparentar. Una banda de energúmenos similar a cualquier masa fanática. Hasta pasadas una  hora y media no pudimos salir a cenar. Sin bandera, claro, y optamos por un restaurante argentino. Fue un gran día.

A bailar: PAQUITO EL CHOCOLATERO, de Gustavo Pascual Falcó. Va por ti y todos tus compañeros, Iniesta.