viernes, 16 de octubre de 2020

MIENTRAS TE CANTO UNA COPLILLA (25) Lobos

Tendría yo seis o siete años cuando una tarde de otoño llegó mi padre a casa con los alforjes al hombro. Venía andando. Por entonces estaba trabajando en El Bravo, una enorme dehesa de Encinasola, y solo venía a casa cada tres o cuatro días.

 ¿Y el burro? -le preguntó mi madre.

– Se lo comieron anoche los lobos… 

Ya había oído en casa otros episodios de lobos, pero en ese momento comía un trozo de pan con aceite y azúcar, quedé perplejo y la merienda se me cayó al suelo. Un burro entonces era la principal herramienta que podía tener un trabajador del campo. Y costaba un dinero. Esa tarde, con aires de duelo, se la fue comiendo la noche como el lobo se comió el burro.

Dice el refranero:

A la luna, aguarda el lobo al asno.

Burla, burlando, vase el lobo al asno.

El lobo era la alimaña más temida por los pastores. Su principal enemigo. Cuando andaba cerca una manada de lobos, la incertidumbre era permanente. Nunca se sabía cuando atacaría, pero sí que lo haría. Y así fue como, poco a poco, a causa de la permanente amenaza y al amparo de un, quizá, mal entendido progreso, se exterminaron los lobos en la Sierra de Hueva.

De antiguo, matar un lobo tenía premio. Y una camada de lobeznos, también. La  fotografía que sigue, de 1957, la incluí en el libro Desde el aguardo. Presenta el paseo de un lobo por las calles de Valverde. Entonces matar un lobo era un mérito: se cobraba recompensa y se exhibía. 

Hacia 1957. En las Peñas. Portando el trofeo Adolfito (izquierda) y Francisco Calderay (derecha); junto al animal, Liacé.

Fábulas, cuentos y leyendas se nutren del comportamiento de los lobos. Su astucia, belleza, y agresividad, atraen. Cazan y se alimentan en manadas, respetando una jerarquía social. Elaboran estrategias. En España están protegidos. Los que quedan -no llegan a 2000- se distribuyen en su mayoría por el cuadrante noroccidental, especialmente por Castilla y León, Galicia, Cantabria y Asturias.

Pudiera parecer que es difícil ver lobos, pero no es así. Hay una especie visible del Canis lupus signatus en permanente degradación pero cada vez más extendidos -lo que resulta lógico, pues cada vez hay más burros en su entorno-. Pueden verse fácilmente. Unos se camuflan bajo piel de cordero, otros muestran con descaro sus afilados dientes, otros muestran su bello pelaje... Se reúnen en manadas, habitualmente en el Congreso de los Diputados y parajes similares.

Puede parecer duro, pero obsérvalos y me cuentas. Yo me siento cordero.

Una tierna canción para endulzar el ánimo.








sábado, 10 de octubre de 2020

MIENTRAS TE CANTO UNA COPLILLA (24) Se abre la veda



No he sido, no soy y no creo que sea jamás cazador. Lo más cercano que recuerdo, viajando a mi infancia, es utilizar un tirachinas prestado cuyo único resultado se limitaba a espantar a los pardales de los tejados de la maltrecha, abandonada y semiderruida casa de la escuela de Don Eladio que, rodeada de aquellos jardines que su empeño y el trabajo de tantos niños hicieron florecer, era parte del territorio de mi niñez.

Pero hace unos años, con motivo de su 50 aniversario, la junta directiva de Club Montero Los Galvaos me propuso que investigara su historia y la escribiera. Inicialmente no me interesó el tema. Luego, una vez que analicé sus repercusiones económicas, sociales, gastronómicas y los rituales folclóricos asociados de la caza, empecé a profundizar, a tratar el tema desde un  enfoque distinto al del cazador. Así nació Desde el aguardo (2014), uno de mis libros, una aproximación a la evolución y repercusiones de la caza a través del tiempo, que al final se detiene en la historia cinegética de Valverde.

Aprendí mucho. Descubrí un mundo desconocido. En sus orígenes la caza es consustancial al hombre y su prosperidad está ligada al desarrollo de nuevas armas y estrategias para obtener carne, aunque su función fuera cambiando dependiendo de cada época de nuestra civilización. Ahora, la caza es pura diversión. Un deporte, dicen.

Pasé horas hablando con cazadores mayores, todos amantes de la Naturaleza y los animales. No es una contradicción. Me narraron pasajes de aquella caza de supervivencia de antaño, con viejas y precarias armas en la que el animal, si era más astuto que el cazador o este erraba el tiro -solo había una oportunidad, quizá dos- el animal tenía escapatoria. Una partida entre la astucia y el hambre, jugada furtivamente. El cazador también tenía que esconderse de la Guardia Civil.

A la vera El Moralejo

a cazar un día fui yo

y en vez de salí un conejo,

la Guardia Civil salió

y casi pierdo el pellejo.

Siempre hablaban de caza menor -la liebre, el conejo, la perdiz…- y del otro componente del equipo: el perro, fundamental, inseparable, cómplice de mil historias y fuente de cariño. Para lanzarse a la caza mayor, a por un jabato que era lo que había antes, tenían que descubrir el encame, juntarse ocho o diez, ir con burros y mulos para poder traerse la pieza. Un enorme éxito que corría de boca en boca por todo el pueblo.

En el último cuarto del siglo XX se dejó de sembrar y se abandonaron los campos. El jabato encontró espacio y amparo. Se inició una repoblación animal de ciervos y venados. Tanta protección se les dio que las cabañas se extendieron por todas partes. Ocasionaban accidentes de tráfico al cruzar las carreteras, se comían los brotes tiernos de las plantaciones de árboles, arruinaban la caza menor… 


Las asociaciones de monteros proliferaron por todas partes y se articuló una estructura perfectamente organizada para tener reunidos socialmente a sus miembros del club durante todo el año. Se crearon reservas para cuidar y alimentar los animales en los meses de verano y, en general, se vislumbró una alternativa de obtener algún rendimiento al campo, revitalizar el ámbito rural y así se fue montando un negocio de repercusiones económicas imparables. Puestos de trabajo, hoteles rurales, fincas destinadas a la cinegética, puestos que cuestan un pastizal, mataderos de carne de caza, licencias de armas, seguros, rehalas…


En estas monterías de cada fin de semana delimitan 500 hectáreas, se establecen los puestos a los que los animales serán conducidos por las rehalas y rifles de precisión con miras telescópicas se encargan de que no quede un animal vivo en la mancha. Luego, al mediodía, comida, guitarra y bebida.

La caza, en conjunto, para mucha gente, es una pasión. Hay quien vive todo el año esperando el momento en el que se abre la veda. Para la caza mayor, este año, el próximo fin de semana.

Muchos de los valores tradicionales que encierra la caza, se pueden entresacar de estos hermosos Fandangos de Cacería de Manuel Pareja Obregón. Escúchalos.





MIENTRAS TE CANTO UNA COPLILLA (23) El mes del rosario


La Virgen del Rosario es una advocación cristiana que se celebra el 7 de octubre. El nombre proviene de la aparición de la Virgen a Santo Domingo de Guzmán a principios del siglo XIII. En la aparición la Virgen llevaba un rosario en sus manos, que enseñó a rezar al santo encomendándole que extendiera su práctica por la cristiandad.

En el siglo XIX León XIII (pontífice entre 1878-1903), apodado el Papa del Rosario por su devoción a esta advocación, escribió unas encíclicas al rosario y le consagró el mes de octubre a la Virgen. Así, el hábito ya asentado de rezar el Rosario a la Aurora, tuvo un gran impulso y se extendió por las comunidades cristianas en muchos pueblos y, coincidiendo con las novenas a la Virgen del Rosario, se salía de madrugada, se rezaba el rosario y luego se entonaban unas canciones, al son de campanilla y otros instrumentos musicales.

La tradición de cantar antes del alba, era habitual en los pueblos de Andalucía. José Blanco White, en “Cartas de España” (1821-22), recoge:

 “Existe en nuestros pueblos la antigua costumbre de despertar a los trabajadores antes del alba para que tengan tiempo suficiente de prepararse para sus labores (…) Un hombre de buena voz, activo, sobrio y amigo de madrugar (…) recorre las calles una hora antes del alba llamando a las puertas de los que van a asistir al rosario invitándolos a dejar el lecho y reunirse para alabar a la Madre de Dios. La invitación se hace con coplas breves cantadas con una melodía muy sencilla acompañadas por el bello y variado sonido de una esquila que marca el compás”.

La conjunción de folclore y religiosidad popular, toma cuerpo en esas coplas del rosario y los tradicionales campanilleros, que en los años veinte del siglo pasado la Niña de la Puebla popularizó. En los campos de mi Andalucía los campanilleros por la madrugá…

Aunque actualmente la Virgen de Rosario es patrona de muchos pueblos de España y su culto está muy extendido por toda Sudamérica, la tradición de rezar el Rosario de la Aurora ha caído en desuso y solo lo mantienen reducidas comunidades cristianas. En algunos pueblos de Andalucía se decantaron temas folclóricos mezcla del rezo del rosario y esas coplas de la aurora de las que nos da cuenta José Blanco White. Una mixtión de canto y rezo al alba.

Uno de esos lugares es Minas de Riotinto (Huelva), donde se ha mantenido la tradición del canto de La Esquila ligado a la celebración de la Virgen de Rosario, proclamada patrona de la localidad en 1959. Cantan allí al son de la esquila, que da nombre a esta tradición, y violines, laudes y guitarras estas hermosas y genuinas coplas.