viernes, 26 de junio de 2020

MIENTRAS TE CANTO UNA COPLILLA (9)

CANCIONES INFANTILES


Los juegos infantiles constituyen una herramienta de aprendizaje integral, que permite al niño, a la niña, acercarse a la realidad material, cultural, social y familiar de su entorno. Se trata de una forma de entretenimiento en la que se desarrollan aspectos tan importantes como el ejercicio físico, el trabajo en equipo, la solidaridad, las relaciones humanas, visiones sociales, etc.

Creo que en los tiempos que corren las pantallas han acaparado los juegos infantiles de tal forma que, ese aprendizaje que se supone desarrollan, no queda cubierto en su totalidad. Lagunas que, seguramente, antes o después, pasen factura. 

En otros tiempo, no tan lejanos, los juegos de los niños y las niñas eran distintos. También tenían sus lastres: los niños con los niños, las niñas con las niñas, aunque algunos eran mixtos.

Los juegos femeninos eran diferentes desde su concepción. Iban dirigidos al adoctrinamiento. Eran pacíficos, habitualmente acompañados de coplerío y con una buena dosis de simbolismo. Las niñas jugaban a los cromos, la comba, el elástico, el corro… Las canciones que cantaban las tenemos metidas en la cabeza y afloran en cualquier momento.

Situemos el marco: dos filas de niñas con miradas encontradas y por el centro otra, brazos en jarra, con ritmo saltarín, medio bailando, y cantaban todas:

Soy la reina de los mares

y ustedes lo van a ver:

tiro mi pañuelo al agua

y lo vuelvo a recoger.

   O aquella otra

El patio de mi casa 

es particular, 

cuando llueve se moja 

como os demás.

Agáchate y vuélvete a agachar...

  Ésta tiene una dulce y alegre melodía:

Al paso que va la luna 

con su carita de nieve

parece que a María

su novio no la quiere.


Si su novio no la quiere 

menos la quiere ella a él, 

que se vaya con (nombre) 

que ese si la quiere bien.

¡Qué tiempos aquellos!

Hoy no encontré una canción infantil adecuada que mostrara el retrato de aquella época. Todo lo que encuentro tiene un baño de purpurina que no transmite lo que era. Por eso me he decidido por una canción melosa que, seguro, te gustará. Un bolero. 




lunes, 22 de junio de 2020

MIENTRAS TE CANTO UNA COPLILLA (8)



Por lo que nos llega, era simpático, cautivador, mujeriego, fiel a sus amigos, popular, calculador, de estrategia imprevisible... Un auténtico bandido, mezcla de Robin Hood y el Zorro.

De él cuentan mil anécdotas. Sin datos ni documentación, pero leyendas que el pueblo retuvo y, quizá, modeló. Algunas, muy populares, seguro que algo desafinadas; otras, encerrarán grandes verdades.

De su agudeza cuentan que, tras poner la justicia precio de 1.000 reales a quien lo entregara muerto o 1.500 vivo -un dato que no deja de ser curioso-, se presentó en pleno centro de Sevilla, en casa de Don Francisco de Bruna y Ahumada, -su gran enemigo al que dicen, en unos casos, que quitó su amante y, en otros, que enamoró a una sobrina suya- el regidor que llevaba su causa, solicitando audiencia. Al ser recibido, empuñó una pistola y, apuntádole, le dijo: "Yo soy Diego Corriente. Aquí estoy: ¡vengan los diez mil reales!." Y cobró su propia recompensa.

Nació en Utrera en 1757 y parece que inició sus andanzas a los 19 años robando caballos que luego vendía en Portugal. Pasaba por La Contienda. Barrancos, donde tenía una taberna-posada, fue su refugio.

Decían que era difícil atraparlo porque los campesinos le ayudaban a cambio de dinero. Pero tenía una debilidad: las mujeres, que ocasionan celos y despechos. Huyendo de la justicia en 1781, perseguido por migueletes y escopeteros, pudo llegar hasta Barrancos. Allí, fuera de la jurisdicción española se sentía seguro, pero fue delatado por una mujer celosa. Huyó hacia Olivenza, donde lo apresaron. Dicen que el capitán portugués, que al mando de cien soldados rodeaba el cortijo en el que se encontraba, le dijo: "Corriente: yo siento venir a prender a un hombre de tus agallas, pero no tengo más remedio. No tires y entrégate. Hay cien fusiles apuntándote y yo no quiero matarte. Yo solo cumplo órdenes."

Y se entregó, y fue extraditado, y encarcelado en Badajoz, y conducido a Sevilla, y condenado a la horca, y ahorcado el Viernes Santo en plena Semana Santa sevillana, en la Plaza de San Francisco, y descuartizado, y cada una de las partes de su cuerpo enviada a las poblaciones donde había actuado y colocadas en los caminos que frecuentaba... Dicen que no se manchó de sangre, que nunca mató a nadie.

Para hablar de un bandolero, no hay mejor estilo que la serrana,un cante flamenco de corte campero, serrano, que surgió en la primera mitad del siglo XIX en la comarca de Ronda.

No sé donde leí o a quién escuché, que si viajabas en una diligencia andaluza de mediados del siglo XIX y te asomabas a la ventanilla, lo que veías, era una serrana.

No quiero que te resulte pesado este vídeo; la primera parte cuenta la vida de Diego Corriente y la serrana que te propongo empieza en el minuto 2´45". Como te digo siempre, relájate, escucha la guitarra, piérdete en la lentitud de los sones de esta serrana, si le das su tempo te llegará...


MIENTRAS TE CANTO UNA COPLILLA (7)


Sé que alguna vez te ha pasado: se te juntan mil cosas y el día solo tiene las horas y minutos que tiene. En este caso, lo mío no es de un día sino de toda la semana. Así que hoy, me veo obligado a poner "cerrado por sobrecarga". Sé que lo entiendes y me comprendes.

La música hoy, no podía ser otra. Sé que la oíste mil veces en los últimos días, pero Pau Donés nos ha dado tanto,que te sugiero que la escuches una vez más. "Eso que tú me das".


MIENTRAS TECANTO UNA COPLILLA (6)


No sé que sentiría un padre, una madre, cuando el hijo se iba a Cuba o a Larache a cumplir con los cuatro años "que le debía al rey". Yo, la última vez que la vi fue el 7 de marzo. Han pasado 85 días. Cada uno con sus noches. Una eternidad.
Pasaron días grises, claros, soleados, de diario, festivos, propios de celebraciones, de impotencia, de rabia callada, de silencio, de esperanza... En todos brilló su ausencia. Alguna vez, tras terminar la llamada o vídeollamada, una nube en los ojos.
El jueves, por fin, pude abrazarla. Uno de esos abrazos tiernos y profundo en los que se condensa la vida misma y el mundo entero se estrecha en ese breve espacio y ese mayúsculo instante. Luego, una mirada, una sonrisa y florece la alegría.
Hoy la canción, tiene que tener aire italiano. Escucha, verás que maravilla.


MIENTRAS TE CANTO UNA COPLILLA (5)

Cuando voy andando al instituto, suelo pasar junto a ella. A sus pies, nunca faltan flores. Siempre frescas, gente anónima las lleva. Es frecuente ver a alguien frente a ella. No sabes con exactitud que dicen sus labios, pero, aún desde la distancia, adivinas qué están haciendo: antes de volverse, se santiguan.

La imagen, de 2007, es del escultor valverdeño Laureano Mora Cuajares. El espacio abierto en el que está situada, rodeada de césped, la engrandece. Pero nunca lo suficiente para arrimarse a lo que representa su imagen y congregación para la gente de Valverde.
Nació en Sevilla (1846-1932) y entregó su vida a la fundación de una congregación religiosa llamada Compañía de las Hermanas de la Cruz, dedicada a ayudar a pobres y  enfermos. Y ahí sigue, extendida por medio mundo, con la incondicionalidad de quien se entrega a Dios.
A las Hermanas de la Cruz de Valverde se las puede ver por cualquier calle a pedir o a dar. Hábitos que verlos dan calor, en invierno y en verano. Tras ellos, siempre una sonrisa.
Y cantan. Hay dos momentos que me ponen la piel como púas de erizo: una es en Navidad, cuando los Reyes Magos llegan a su convento y desde el coro de la capilla, ellas, en adoración al Niño, cantan hermosos villancicos; la otra es cuando la Hermandad del Rocío, al regreso de la peregrinación anual -que de no ser por el dichoso coronavirus hubiera sido esta tarde-, pasa junto a las tapias de su convento y cantan su salve al Simpecado. Sublime. Aquí te la dejo. Escúchala.