Era un día sofocante. De estos que tenemos ahora, de 40º en las horas centrales del día.
–No se puede estar ni a la sombra –dice uno.
–Eso es que ya no te acuerdas de cuando estabas trillando en El Rodeo –le responde otro, sentado en una mesa del Centro Social, botellín de cerveza fresca en la mano, y al abrigo, nunca expresado con mayor ironía, de un ventilador.
–Sí, porque tú esta mañana ya has entrado en casa seis costales de trigo y dos barcinas de paja –responde el primero al envite, con sorna.
-Casi sí; lo que pasó fue que al cargar las barcinas se rompieron las cangallas, la mula se espantó y se formó la gordísima… – todos reímos.
El paisaje humano y sentimental de esta gente es apasionante. Arrugas, pelo cano, el reposo de los años, la sobriedad de la sabiduría popular… A estas alturas, sin nada que perder, son voces sin perjuicios. Cuando recuerdan el pasado, los ojos les denuncian: sus miradas se pierden en el tiempo, se trasladan al pasado y recuperan escenas, situaciones, emociones… Enciclopedias vivas.
El hombre en el centro de la era con sombrero y pañuelo al cuello, las bestias girando a su alrededor -se trillaba a pezuña-, y el sol, implacable, achicharrando desde arriba. En este marco, para avivar las bestias, entretenerse en algo, espantar el sudor y retar la sequedad de la garganta, cantaban. Estos de ahora, con los que me encuentro en el casino, como saben que a mí me gusta, me regalan unas coplas de trilla de las que se cantaban en Encinasola, adornadas con comentarios jocosos y desenfadados.
PARA TRILLAR CON BESTIAS,
PA ARAR CON BUEYES,
PARA DORMIR A GUSTO
CON LAS MUJERES.
—
MIENTRAS MI MADRE EN MISA,
VINO MI NOVIO,
SI LA MISA DURARA
HASTA EL OTOÑO.
—
UNA NIÑA EN UN BAILE,
CARNE VENDÍA;
¿QUIEN HA VISTO EN UN BAILE
CARNICERÍA?.
—
ARRE MULILLA TORDA,
CASCABELERA;
A LA HIJA DEL AMO
QUIÉN LA COGIERA.
QUIÉN LA COGIERA, NIÑA,
QUIÉN LA COGIERA
DONDE SE JUNTA EL SILLO
CON LA RIBERA.
—
A ESA MULA DE PUNTA,
LE GUSTA EL GRANO:
ALIGERA Y NO COMAS
QUE VIENE EL AMO.
Cuanto más calor, mejor para trillar. Entre cante y cante, y vuelta y vuelta, quedaba lista la parva. Un pienso a las bestias y, por la tarde, la mujer aprovechaba la proximidad para llevar un buche de café al marido. Los piques de unas eras con otras eran habituales. En tono burlón -aunque quizá la primera vez tuviera sentido-, después de la visita de la esposa se oía una de las caidillas más común entre copla y copla:
¡AIRE, MÁS AIRE!
MI MARIDO EN LA ERA,
YO CON EL FRAILE.
Y aquí lo dejo por no cansarte; porque esta gente cuando empieza a cantar, no para.
AL PASO DE LAS BESTIAS
YO CANTO COPLAS:
CUANDO SE ACABA UNA
EMPIEZO OTRA.
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