De golpe, al damasco que alegra la ventana de la cocina, se
le ha venido el otoño encima. Caen sus hojas –mil tonos de ocre- meciéndose en
el aire hasta formar sobre el suelo un hermoso manto que, por no destruir y dejar de disfrutar de su esplendor, voy dejando hasta pasadas dos, tres semanas, que
empiezan a adquirir aspecto de abandono. El viento, por estos días fuerte,
mueve las hojas llevándolas de un lado a otro, modificando continuamente el
aspecto del tapiz. Una duna móvil, pero de hojas.
Se desnuda siempre por estas fechas, coincidiendo con
las hermosas vistas que ofrece la Ribera del Múrtiga a su paso por el puente de la carretera de La Nava.
Ambas estampas, siempre llegan a las puertas de San Andrés, el patrón de Encinasola.
Feliz feria a los marochos.
Feliz feria a los marochos.
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