De cualquier clase que sea, la violencia me da tristeza. Es un embrutecimiento mental que nos hace retroceder, nos acerca a la más execrable primigenia humana.
Toda clase de violencia es deplorable pero, la que se ejerce a personas indefensas, contra las desprotegidas, me da rabia.
Y quien la practique -da igual la modalidad-, quien aprovecha -sea quien sea- una situación de privilegio -cualquiera, sin distinción- para maltratar, me da asco.
Una degradación humana.
Este 25 de noviembre, recuerdo un cantar popular andaluz:
¡Que se pique de gangrena
la boca con la que riñes,
la mano con que le pegas!
Cada día hay noticias que le pegan pellizcos a al alma. Tiene nombre propio: se llama violencia.
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