Hace una par de días, a propósito de mayo, -mes alegre, el de María, con sus romerías y fiestas, en el que la Naturaleza revienta los campos-, recordé los primeros versos de un antiguo romance:
Que por mayo era, por mayo,
cuando hace la calor,
cuando los trigos encañan
y están los campos en flor,
cuando canta la calandria
y responde el ruiseñor,
cuando los enamorados
van a servir al amor, (…)
cuando hace la calor,
cuando los trigos encañan
y están los campos en flor,
cuando canta la calandria
y responde el ruiseñor,
cuando los enamorados
van a servir al amor, (…)
Pero en medio de tanto derroche de luz y explosión de colores, desde la oscuridad del presidio, el prisionero se consume en la tristeza y soledad:
sino yo, triste, cuitado,
que vivo en esta prisión,
que ni sé cuándo es de día,
ni cuándo las noches son, (…)
Y hasta la oscuridad de la lóbrega mazmorra, llega la Naturaleza ofreciendo al preso un reloj que anuncia el alba:
sino por una avecilla
que me cantaba al albor.
Tenue esperanza en forma de canto, único vínculo con el mundo exterior. Pero habla en pasado y al ánimo del hombre asoma el desconsuelo. Luego, se torna en desesperación y sentencia:
Matómela un ballestero;
déle Dios mal galardón.
Cuanto dice y cuantos interrogantes plantea.
Me fascina la sencillez de la literatura antigua, la que se escribía a mano, sin letra de imprenta. Y sin imprenta, claro. Con que brevedad y claridad muestran los sentimientos más profundos.
Dejo aquí la versión cantada del Romance del Prisionero (anónimo del siglo XIV) en voz de Joaquín Díaz.
Dejo aquí la versión cantada del Romance del Prisionero (anónimo del siglo XIV) en voz de Joaquín Díaz.
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